Amor dividido (Capítulo 8)

Publicado en 21 Noviembre 2013

Amor dividido (Capítulo 8)

Cuando Alberto arrancó el coche, Bárbara instintivamente, colocó su mano encima de la de Alberto y era feliz, sintiendo como sus dedos se entrelazaban con los de Alberto. Era una sensación que echaba muchísimo de menos desde hacía demasiado tiempo. Detuvo el coche enfrente de un precioso chalet adosado y Bárbara no daba crédito a lo que estaba viendo. Le parecía increíble que Alberto viviese ahí en un lugar tan bonito como aquel. La entrada al chalet estaba delimitada por un seto y un camino de piedra conducía a la puerta principal. Había flores por todas partes, las cuales le otorgaban una belleza exquisita al paisaje y un sauce reinaba todo el jardín. En la entrada del chalet, había un banco de madera y un balancín en el otro lado de la puerta. Del techo colgaban 2 quinqués que le daban un aire acogedor.

Bárbara estaba asombrada y no tardó en mostrarle su asombro a Alberto, el cual se sentía feliz y satisfecho de llevarla por fin a su casa. La casa en la que deseaba formar una familia junto a ella algún día. Siguieron andando, hasta llegar a la parte de atrás de la casa, la cual estaba espléndidamente decorada con un mobiliario de jardín moderno a la vez que elegante y una enorme piscina reflejaba la luz de las luces que bordeaban el camino de piedra. En el porche de la casa, Alberto había preparado una preciosa velada romántica.

_ Dios mío, todo esto es precioso. Estoy realmente impresionada.

_ Estaba deseando traerte aquí. Todo esto lo he preparado para ti.

_ No sé qué decir.

Alberto pudo sentir como el nerviosismo de Bárbara iba en aumento. Pero no era el nerviosismo típico de las primeras citas, sino más bien el nerviosismo propio de las primeras veces. Sabía que ningún hombre había hecho algo parecido por ella y se sintió orgulloso de ser el primero que le hacía ese regalo. La mesa había sido preparada con un gusto exquisito y de fondo sonaba música clásica. Sabía que ese tipo de música le gustaba a Bárbara y quiso complacerla. Durante la cena, Alberto disfrutaba con los gestos de Bárbara. El brillo de sus ojos verdes cuando hablaba de las cosas que le gustaba hacer, de lo que le hacía feliz y la pasión que ponía al describir los lugares donde había viajado desde que era una niña. A la vez pudo notar las ganas que tenía de darle un giro a su vida y quiso ayudarla a conseguirlo.

_ Tengo un amigo que quizás podría estar interesado en comprar el ático en el que vives.

_ Me da mucha pena desprenderme de él, pero necesito un cambio. Ese lugar ya no me trae buenos recuerdos.

_ Bárbara, ¿porqué no te vienes a vivir conmigo? Puede parecer una locura, pero podría funcionar.

Bárbara, se quedó durante unos largos segundos mirando en silencio a Alberto a los ojos, intentando digerir lo que le acababa de decir y finalmente, le dijo que no quería ir tan deprisa y que prefería que fuesen poco a poco. Alberto no tuvo más remedio que respetar su decisión. La quería y no estaba dispuesto a perderla por un arrebato. Ya habría tiempo para eso más tarde. Después de la cena, pasaron al interior de la casa. Un precioso recibidor daba la entrada a la casa y pudo percibir un ligero aroma a vainilla. La cogió de la mano y la llevó hasta el salón, donde una hoguera le daba a la casa un toque cálido y acogedor. Se sentaron en el sofá y Alberto empezó a besarla delicadamente por el cuello, mientras con sus manos la acariciaba a través de la ropa por todo su cuerpo. Bárbara le apartó las manos y se recostó sobre su pecho. Entendió que no era el momento y se durmieron abrazados junto al calor del fuego.

Mientras tanto, Rubén seguía obsesionado con la idea de comprar un ático a buen precio en pleno centro de Valencia, pero parecía misión imposible. Cuando encontraba alguno, o era demasiado caro o no cumplía con sus expectativas, las cuales siempre eran demasiado altas.

Rubén era un chico rubio de ojos azules, que podía presumir de ser bastante guapo y de resultar atractivo para la mayoría de las mujeres con las que se cruzaba por el camino. Pero ninguna de ellas tenía lo que él buscaba. Ninguna mujer le llenaba lo suficiente y aunque intentaba no pensar demasiado en ello, el hecho de querer estar junto a alguien, le producía ansiedad. Trabajaba como publicista y aunque su empresa últimamente estaba de capa caída, podía sentirse afortunado de disfrutar de un generoso sueldo. Tenía 34 años y muchas ganas de cambiar el rumbo de su vida. Aquel día, recibió la llamada de Alberto, su amigo de la infancia y con el que había compartido infinidad de momentos y aventuras. Durante la adolescencia se hicieron una promesa, que era la de no discutir jamás por una chica y tanto el uno como el otro se tomaban ese juramento bastante en serio.

_ Rubén soy Alberto y tengo una buenísima noticia que podría interesarte.

_ Dispara, soy todo oídos.

_ Verás, mi novia vende el ático en el que vive y he pensado, que tal vez podríamos quedar los 3 para que lo vieses. ¿Te parece bien?

Cuando se escuchó a él mismo preguntarle eso a Rubén, sonrió de oreja a oreja y le dieron ganas de gritarle al mundo entero que Bárbara era su novia. Era una sensación indescriptible, que le hacía enormemente feliz. Pero para él Bárbara era muchísimo más que su novia. Al final quedaron los 3 a la semana siguiente para enseñarle el ático a Rubén. Bárbara se había ido a vivir a casa de su amigo Sergio mientras que encontraba algo y a Alberto no le importó. Aunque en el fondo sentía celos, pero confiaba en ella y sabía que sólo eran buenos amigos, ya que Bárbara le había hablado mucho de él. Cuando Bárbara vio a Rubén, sintió un escalofrío recorriendo todo su cuerpo. Era como si tuviese delante al mismísimo Nick en persona.

Su pelo, la forma de su cara, el color de sus ojos……era tan parecido a él, que se sintió extrañamente incómoda a la vez que inquietantemente atraída. Era muy guapo y enseguida pudo deducir que Rubén era el típico chico que atraía a todas las mujeres. Incluida ella. Rubén por su parte, no le prestó demasiada atención. Se limitó a contarle a que se dedicaba y el tiempo que llevaba buscando un ático a su medida. Cuando lo vio por dentro, quedó encantado y no dudó ni por un instante en comprarlo. Era un lugar creado especialmente para él.

_ Todavía tengo que venir a llevarme unas cuantas cosas y ya será todo tuyo.

_ Es perfecto. Espero que no te arrepientas de venderlo. Llevaba años buscando algo parecido.

Realmente Bárbara en el fondo también esperaba no arrepentirse de lo que estaba haciendo y por otro lado, no sabía ni porqué, pensó que valdría la pena venderlo, con tal de haber conocido a Rubén.

 

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